(BMJ) Los incentivos pueden incidir en la calidad de la asistencia prestada

En 1.994  la Revista de Sanidad e Higiene Pública publicó un artículo titulado El contrato-programa ¿qué es? ¿cuál es su importancia? que, con los años, se ha convertido en un clásico y en el que se define el contrato-programa como una herramienta con capacidad potencial para mejorar los resultados de gestión, con la participación activa de los profesionales, que con sus decisiones clínicas y organizativas tienen capacidad de inducir (empleando, para este fin, un proceso de pactos y negociaciones, a cuantos niveles de la organización desee cada responsable de su uso). De lectura obligada, para los más jóvenes, en él su principal autora, Carmen Martínez Aguayo que fue Directora-Gerente del Servicio Andaluz de Salud y actual Consejera de Hacienda y Administración Pública de la Junta de Andalucía, sienta las bases ideológicas de un nuevo modo de gestión en la Sanidad Pública que vino acompañado de indicadores, incentivos, planes integrales, procesos asistenciales, planes de salud y un sin fin de herramientas que han convertido nuestra mesa en algo parecido al banco de trabajo de un bricomaníaco cualquiera. Una de las principales novedades que se implantó  es  el pago a los profesionales sanitarios de incentivos económicos si conseguían determinados objetivos previamente pactados. En este contexto, no muy diferente en España al resto de los países de nuestro entorno, se acaba de publicar en la sección Research de la página web del British Medical Journal un estudio que con el título The Impact of removing financial incentives from clinical quality indicators: longitudinal analysis of four Kaiser Permanente indicators, ha tenido como objetivo evaluar el efecto de los incentivos económicos en 4 indicadores de calidad asistencial. Con la intriga de ver cuál ha sido dicho efecto, comenzamos nuestro post.

Metodología: estudio observacional longitudinal realizado entre 1.997-2.007, en 35 centros sanitarios pertenecientes a Kaiser Permanente y sitos en el norte de California. Las variables de resultado fueron la evaluación anual de la HbA1c del paciente (HbA1c<8%), el cribado de la retinopatía diabética, el control de la HTA (PS<140 mmHg) y el cribado del cáncer de cérvix.

Resultados: durante el estudio se eliminaron los incentivos de dos indicadores (cribado de la retinopatía diabética y del cáncer de cérvix). En los 5 años siguientes, cuando los incentivos económicos se aplicaron al cribado de la retinopatía diabética, la tasa aumentó del 84,9% al 88,1%. Tras 4 años sin incentivos en este indicador, dicha tasa cayó hasta el 80,5%. Durante los 2 primeros años del estudio, los incentivos del cribado del cáncer de cérvix hicieron que la tasa se incrementara ligeramente, desde el 77,4% al 78,0%. Los 5 años siguientes se eliminaron los incentivos y la tasa de cribado disminuyó año tras año hastael 74,3%. Se reintrodujeron los incentivos durante 2 años más y el indicador comenzó a aumentar de nuevo. En los 35 centros que participaron en el estudio, la eliminación de los incentivos se asoció con una disminución de un 3% anual de media del cribado de la retinopatía diabética y de un 1,6% anual del cribado del cáncer de cérvix.

Conclusión de los autores: gestores y clínicos deben concienciarse de que eliminar los incentivos ligados a los indicadores de calidad puede provocar una disminución del nivel de calidad obtenido.

Fuente de financiación: ninguna

Comentario: hablar de incentivos económicos justo el día en que no sabemos cómo nos van a afectar las medidas económicas anunciadas por el Presidente del Gobierno, es una temeridad. Los ánimos están caldeados y con bastante motivo, pues las medidas estructurales, las que de verdad cambian las cosas, quedan una vez más aparcadas, mientras la cuerda se acaba rompiendo por su extremo más débil:  del lado de los que tenemos nómina o pensión. Dicho esto, el estudio del BMJ es la prueba del nueve de que priorizar objetivos, mueve la actividad profesional hacia su consecución. ¿Por dinero? No, no sólo por dinero, sino porque al poner el foco sobre determinadas actividades,  de las miles que podemos llevar a cabo a diario, con todo lo que eso supone (actividades formativas, de seguimiento, más y mejores medios…) se inclina la balanza en favor de unas y, todo hay que decirlo, en detrimento de otras. Como consecuencia, es muy importante decidir qué se prioriza y qué se deja de priorizar. Esta decisión debería ser tomada en un esfuerzo de integración de los datos arrojados por una análisis riguroso de las prioridades de nuestro entorno, las posibilidades reales teniendo en cuenta los medios humanos y materiales y los  resultados conseguidos o por conseguir en materia de Salud. Incentivos aparte (económicos o de cualquier índole) estamos convencidos que no hay nada mejor para conseguir los objetivos que ser capaz de generar ilusión entre aquéllos que debemos ponernos manos a la obra. Que lo sintamos como algo propio y estemos disuadidos de que es lo mejor para los pacientes y para la Sociedad. Si esa química se logra, el éxito está garantizado. En caso contrario cabe la posibilidad de que los incentivos contribuyan a enrarecer el clima laboral o que aparezcan peligrosas distorsiones en la actividad asistencial. Que cada cuál juzgue su situación en la actualidad. Nosotros pensamos que los incentivos, como herramienta de gestión, son per se positivos, dentro de un contexto participativo, transparente, responsable y con el respaldo de la MBE. Que dicho contexto sea real o una entelequia, es harina de otro costal. Por lo pronto, nos bajan a todos la nómina, sin distinguir entre tirios y troyanos. Justo lo contrario de lo que preconizan los incentivos.

4 comentarios

  1. Estupendo resumen y comentario.
    No estoy fino hoy, pero el tema de los incentivos tiene su coña.
    ¿A partir de qué nivel de nómina nos quedamos?
    sueldo base+ complementos especificos+ antiguedad+carreras profesionales y luego los incentivos?
    ¿para qué cuerpos profesionales de la administración?
    ¿estatutarios sólo?
    ¿los funcionatas médicos de salud pública que tienen sueldos base perroneros no entran en la partida?
    ¿los maestros también?¿por qué no si la educación es el eje desde una perspectiva de factores determinantes de salud?
    ¿qué vamos a medir?
    ¿seremos tan finos de que lo que realmente se mida (y cómo se registre) pueda ser un instrumento para valorar -económicamente, porque para eso se crea la herramienta- la calidad en prestaciones? ¿realmente significan algo poblacionalmente – no cuantitativamente- esos incrementos en las tasas de lo que además mide el estudio?
    ¿no estaremos haciendo un poco de magia y encima con un poco de psicosis colectiva sobre una herramienta que consume más tiempo, recursos de cargos superiores, intermedios e inferiores que realmente mejorías a la población y a los profesionales?¿no es mejor invertir en otro tipo de procesos que realmente generen dinámicas de mejora?
    No voy fino, pero es un tema que me da muchísima pereza (y que parece una especie de cienciología tecnocrática con eso, con psicosis de grupo…..)
    Gracias por el post compañeros.

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    • Gracias por tu aportación, Rafa.
      No, no es fácil el tema de los incentivos. Y no da para un post, sino para varias tesis doctorales. Como apunto en el comentario, son un arma de doble filo. Y como tú apuntas en tu mensaje, posiblemente se esté cogiendo el rábanos por las hojas. En fin, país…

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