La crisis desde la óptica del medicamento

El Real Decreto Ley 16/2012 ha levantado, por méritos propios, un considerable revuelo y desasosiego entre los ciudadanos y los profesionales del Sistema Nacional de Salud. Si bien es cierto que el Partido Popular obtuvo una clara mayoría en las últimas elecciones generales, también lo es que la Sanidad Pública, no es de su propiedad. Que ésta obedece a un diseño probablemente superado por la realidad social española (envejecimiento, cronicidad, inmigración, paro) y que el partido socialista, ahora en la oposición, ha gobernado durante décadas en las que ha tenido la oportunidad de hacer reformas que aún están pendientes.

A nosotros, nos gusta guardar la equidistancia política -fruto de una escepticemia aguda básicamente por dos motivos: la desconfianza que nos infunden todos los que no son capaces de dejar a un lado las rencillas, los intereses particulares o el cortoplacismo, ni siquiera en las graves circunstancias actuales. Y nuestro afán de valorar los resultados, no la retórica o la grandilocuencia de frases subyugadas a los compromisos ideológicos de cada cual.

Cada ciudadano tiene su ideología que defiende con las reglas de juego que los españoles nos hemos dado en un marco democrático. Sin embargo, cuando miramos a nuestro alrededor nos parece vivir en un estado de permanente adolescencia. Mucho se ha dicho de las irregularidades atribuidas a nuestros políticos, banqueros y demás ricachos del Reino. Menos de nuestra responsabilidad, como ciudadanos de a pie o profesionales, en el estado de las cosas. Que también la tenemos. No vamos a recordar episodios domésticos tan conocidos por todos como el démelo sin IVA o el facturo 10 y declaro 1. Cualquiera puede poner algún ejemplo de este tipo. Y probablemente, nadie esté legitimado para tirar la primera piedra.

En un magnífico editorial, Laporte y Bosch ponen sobre la mesa la triste realidad de la regulación de la prestación farmacéutica en España. La podríamos calificar de poco (nada) transparente, arbitraria y caduca. Podríamos reprochar a todos y cada uno de los que tuvieron responsabilidad política en el Ministerio de Sanidad su falta de decisión, o de conocimiento, o de interés, o quién sabe de qué, para abordar una modernización de los procesos y una estrategia de promoción del uso adecuado de los medicamentos. Pero no es momento de reproches, sino de soluciones.

Desde nuestros inicios profesionales hemos echado en falta una política honesta, valiente y coherente, a nivel nacional, en la que el Ministerio -junto a las comunidades autónomas- aborde el uso de los medicamentos desde una perspectiva de Salud Pública antes que desde una óptica presupuestaria o industrial. El gasto farmacéutico, per se, es un problema político, no sanitario. Baste -por reducción al absurdo– con bajar el precio de todos los medicamentos a 1 € por envase para acabar con dicho problema de un plumazo. El estratosférico consumo de medicamentos, la eterna descoordinación interniveles, la falta de seguimiento farmacoterapéutico y las consecuencias derivadas de un uso inadecuado de los mismos, son problemas más complejos que hay que abordar sin dilación, porque dan en la línea de flotación de la razón de ser de nuestra Sanidad. Sin embargo, este discurso, interesa a pocos. Demasiado farragoso. Demasiada inversión. Demasiada incertidumbre. Demasiados intereses.

Al artículo de Laporte -que suscribimos sin empacho- le falta una pata. La pata de los profesionales. No todos los males se deben al establishment político. Nosotros, por acción u omisión también tenemos alguna responsabilidad en que medicamentos inseguros, inadecuados, ineficaces, se prescriban por millones de dosis. La culpa puede ser del especialista, del farmacéutico, del enfermero o del médico de familia. De todos y de ninguno. Pero en realidad, es una responsabilidad compartida. En el Reino Unido lo saben y por eso han dado un nuevo paso en el desarrollo de un marco competencial único para los prescriptores que merece la pena tener muy en cuenta y cuya lectura nos lleva a hacernos muchas preguntas: ¿están todos los prescriptores capacitados para realizar una prescripción segura y eficiente? ¿son los médicos los únicos que pueden prescribir? ¿cómo incardinamos en el sistema la posibilidad de que otros colectivos -como ocurre en muchos países – prescriban? ¿da un título universitario la capacitación a un profesional para ejercer una determinada actividad -en este caso la prescripción- de por vida? ¿certificar? ¿recertificar? Obviamente, no tenemos las respuestas, pero sin duda, hay que explorar nuevos enfoques para tener la maquinaria profesional engrasada y al día en un mundo tan cambiante y exigente como el de la Medicina.

El último estudio que nos queda hoy por enlazar es de The Lancet, que reclama un rediseño de los sistemas de salud a la realidad asistencial de los pacientes -generalmente ancianos o muy ancianos y pluripatológicos- que los utilizan. Como vemos, sobran razones para abordar una profunda modernización y racionalización del Sistema Nacional de Salud. Valgan estas líneas como humilde contribución al debate. Ahora, falta que nuestros representantes políticos se conciencien de que esta crisis no se supera solo con dinero. Y no olviden -no olvidemos- que la Sanidad Pública no es de ningún grupo político en concreto. Es de todos. Ésa es la cuestión.

16 comentarios

  1. Una titulación que de por vida te permita prescribir… Certificar… Recertificar… ¿Y si no quiero recertificarme? Estás ante los límites del Sistema, muchacho…. Las plazas en propiedad… ¿Deben seguir tal cual en el siglo XXI? Si las quitamos y sometemos a los profesionales a los estreses de otros países… ¿Podremos pagarles como administrativos «bien»? Recuerdo que la esencia del Sistema es el pacto por la mediocridad – salvo productos de relumbrón -: yo te pago poco y tú me das pocos problemas. Hacemos un paripé que cubra lo esencial, y tiramos p’alante. Ni ti to te pido hacer de palmas con las orejas – a menos que un talibán se cuele a pedir acreditaciones y cosas raras -, ni tú me pides cobrar como un inglés. Y dos perrillas por objetivos. Y pasás por Hacienda; es decir, ná de ná. Vamos a dejarnos tranquilos , tú a mí, y yo a ti. Como en el 73, más o menos. Enlace: http://tontosantajusta.blogspot.com.es/2011/10/sistema-sanitario-publico-en-espana-la.html

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    • Hola, Federico: si no quieres recertificarte, no te recertificas. Está claro. Las consecuencias vendrían derivadas del marco legal en el que se englobe una medida de este tipo. Un piloto de aviación, si no se recertifica, pierde la licencia para volar. ¿Un médico? o más genericamente ¿un prescriptor? Lo dicho, depende de cómo se hagan las cosas. En EE. UU. quiero recordar que ya existe la recertificación para profesionales sanitarios. Pero no conozco el alcance. En cuanto al resto de tu comentario, llevas razón: las remuneraciones son tan bajas en términos absolutos y relativos que ahora mismo, es mejor esperar a que escampe.
      Un saludo.
      CARLOS

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  2. Soy farmaceútico y me ofrezco para abrir una farmacia líbremente. Quiero crear empresa y crear empleo estable. Estoy dispuesto a trabajar por un MARGEN INFERIOR al actual y que sea SOSTENIBLE para el SNS. Ganamos todos. Entonces ¿porqué este gobierno no me deja abrir una farmacia ?.¿Qué intereses tienen ciertos políticos en que esto no cambie?. FARMACIA LIBRE,YA.

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    • Hola, Josema:
      Yo he trabajado en oficinas de farmacia pero no he tenido nunca una de mi propiedad. No obstante, siempre he estado a favor de la libre apertura. El mercado dice exactamente cuántas caben. Y en cuanto a su distribución, siempre cabe la posibilidad de que la Administración haga una regulación razonable.
      Un saludo.
      CARLOS

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  3. Interesante reflexión que comparto; si los procedimientos fueran objeto de controles de cumplimiento y revisión continua para mejora, idoneidad y viabilidad no se llegaría al absurdo de recortar por criterios políticos. Me llama la atención el alto volumen de consumo de medicamentos y otros productos sanitarios y tengo la impresión que su aumento se ha producido desde la privatización de la gestión de muchos hospitales, lo que me lleva a pensar que en algunos puntos puede haber «tráfico de medicamentos y productos sanitarios». Todo es susceptible de mejora pero me temo que en lugar de buscar puntos para la mejora y abaratamiento de la gestión, han tirado por el camino del medio, recortando «usuarios», vuelven a llamarnos asegurados, subiendo aportaciones a medicamentos y ya veremos qué básica dejan…..

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  4. Gracias por compartir estas reflexiones. La verdad es que somos bastantes los que tenemos consciencia de nuestra responsabilidad no solo con el enfermo sino con la sociedad. El problema es que los puntos clave en la gestion de nuestro sistema sanitario está en manos de colectivos que su prioridad no es justamente la del beneficio del paciente y el de la sociedad.
    Está clara la gran responsabilitad del ministerio de sanidad en la mala gestión de sus recursos a todos los niveles. Mi pregunta es, cual es realmente el objetivo de este nuestro ministerio de sanidad, (de ahora y de hace muchissimos años)?
    – El tema del control de famacia ya se ha apundado y la exposición del Dr Laporte es clara y hay poco que añadir
    – Entranto en otro de los temas que se han insinuado, ¿alguien conoce el perfil de profesional o de professionales que requiere «nuestra empresa»? ¿Que mecanismos para el mantenimiento de la competencia de sus empleados ha desarrolado? ¿Como monitoriza nuestra actividad asistencial?, ¿Como garantiza el cumplimiento de nuestras obligaciones?, ¿Qué está esperando en aplicar una recertificación a sus empleados?¿No se dice por ahí que somos un sistema sanitario de referencia en el mundo? No sé en base a qué exactamente, la verdad…

    Estamos a años luz de que el sistema público español pueda definirse como un sistema de calidad, hace aguas por todas partes. Hace falta un cambio real de mentalidad, un canvio en la raiz del concepto de servicio público, dejando al margen falsos corporativismos y supuestos derechos adquiridos.

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  5. Creo que la terea de la prescripción debe estar respaldada por un sistema de constante formación, y esto redundará en beneficios al sistema de salud en cantidad y calidad.

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